Patria, un cumulo tranquilizador de sensaciones varias se mueven en mi interior, hay muchas maneras de definir la patria, pero cualquiera sea la definición que queramos aplicarle me lleva justo en el instante mismo en que la pienso o la oigo, a pensar en mi bandera. Mi primer sentimiento me remonta a mis orígenes, a cuando iba con mi tía a misa los domingos y al salir me compraba los churros y el chocolate, me acuerdo del olor a cera de los penitentes en semana santa, me acuerdo de mi padre que alegre preparaba todo para el fin de semana que nos íbamos de camping, contento en su trabajo fijo y con el que humildemente pero sin carencias sacaba nuestra familia adelante.
Recuerdo muy bien el colegio, recuerdo sobre todo a mi profesor de lengua, un hombre amable, justo y también severo, al que toda la clase, incluso los mal revoltosos, respetaban sin chistar.
Recuerdo también cuando me fui voluntario a la marina, recuerdo los valores que aprendí, recuerdo el día de mi jura de bandera, la recuerdo enorme, los colores muy vivos, en aquel momento que di el beso a la bandera supe inmediatamente que había contraído un compromiso de por vida.
A los que me dicen que es absurda la devoción por unos colores, les quiero decir que no tienen nada, que no son nada.
La bandera a la que sirvo tiene impregnado en sus colores la sangre de miles de españoles que dieron su vida por ellos, tiene el olor a vieja y a cera de mi tía cuando me sacaba los domingos, en sus hilos tiene entrelazados las palabras de ánimo de mis compañeros cuando no hacia bien la instrucción, cada una de sus fibras representan todas mis creencias, mi religión, mi trabajo, mi familia, mis amigos.
Negocie pues quien quiera con su bandera, vendan y compren sus colores por una subvención, una cesión de competencias o unos presupuestos aprobados.
Pónganla en venta ustedes, al moro, por un puñado de sestercios,
Yo no negociare con la vida de mis antepasados ni de mis presentes.
Solo me queda decir: ¡¡OJALA LES PARTA UN RAYO!!
Eduardo Saez Jiménez
F.E. Alicante
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