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lunes, 21 de febrero de 2011

Nosotros lo decimos...

La posición contra la inmigración masiva y descontrolada no es lo mismo que la posición contra la inmigración y punto. Ni es lo mismo, ni su origen ideológico es el mismo. De alguna manera, el movimiento nacional sindicalista, partiendo de su lógica y evidente posición contra la inmigración masiva y descontrolada, ha terminado asumiendo planteamientos que, en coherencia, terminan en una llana y simple oposición sin más a la inmigración. Muchas veces la música que se escucha, y no digamos la letra, suena a una también llana y simple oposición al mestizaje racial. Hablo de todas esas posturas racial-etnico- identitarias según las cuales el problema de la inmigración radica en que, de alguna manera, ésta adultera la identidad propia, la identidad del receptor, por lo que, prácticamente, genere o no problemas sociales, la inmigración es negativa de raíz.

Es negativa en sí misma. Los problemas sociales pasan a un segundo término e incluso parecen excusas de segunda categoría para mantener el primer y esencial criterio: la inmigración es negativa sin más porque la mezcla racial es mala sin más.

No creo que sea necesario discutir mucho sobre la veracidad de lo anterior que resumo de la siguiente manera: el patriotismo español viene haciendo propias posturas racial-étnico-identitarias al tratar el asunto de la inmigración. Es un error y lo es por dos motivos que ahora veremos. Y es importante corregir ya el error.

El primero de los motivos por los que lo anterior es un error es sencillo de entender: los planteamientos racial-étnicos-identitarios son un error, estos sí, en si mismos. Parece que las personas se miden, esencialmente, por sus valores morales no por su raza de pertenencia y que la raza no determina, en absoluto, valor moral alguno. Por eso, si de alguna manera se aspira a un “imperio” de personas de valores morales positivos, no solo debe prescindirse de la raza de pertenencia de cada una de esas personas sino que, incluso, será difícil acoplar, ubicar, dentro de un Imperio así a personas que mantengan como uno de sus valores el racismo.

A mayor abundamiento sobre este tema, para el nacional sindicalismo español, un patriotismo hijo de un Imperio homogéneo en lo moral y mestizo en lo racial, resulta que unos planteamientos racial-étnico-identitarios son contrarios, precisamente, a los valores que en su historia defendió España. España convertía indígenas a los valores de España. Otros exterminaban indígenas. A título de ejemplo, fuimos los españoles los primeros en tomar contacto con los indios de las películas de Hollywood, apaches, comanches, pieles rojas, etc... Nosotros tomamos ese primer contacto y luego, otras naciones los exterminaron.

Y el segundo de los motivos por el que lo anterior es un error es una cuestión estratégica. Es difícil encontrar un valor mas unánimemente rechazado desde un punto de vista social que el racismo o todo lo que tenga ese color. Cuanto apoyo pudiéramos sumar los falangistas ofreciendo soluciones a los problemas sociales que produce la inmigración masiva y descontrolada se pierde cuando tras las soluciones que podamos ofrecer se trasluce, aunque sea mínimamente, un tinte racista por mucho que se le llame, racialismo, etnicismo o como digan de mil maneras.

La inmigración masiva y descontrolada debe ser, efectivamente, reducida y controlada. Reducida y controlada a aquella inmigración que puede ser integrada y que, al serlo, no produce delincuencia, ni produce una submano de obra, ni aumenta desproporcionadamente los costes sociales del Estado de Bienestar, ni genera una sociedad multicultural sino una sociedad limitadamente multirracial de valores homogéneos.

Nuestro papel, el de los falangistas, es solventar al pueblo español problemas como la delincuencia que genera la inmigración masiva y descontrolada, como la competencia salarial desleal que produce la inmigración masiva y descontrolada o como el déficit público que genera atender las necesidades sociales de una inmigración masiva y descontrolada. Y, por fin, y no se olvide, el papel del nacional sindicalismo es crear la idea o, mejor, regenerar la idea que se preocupe de verdad por mejorar la forma de vida de los países emisores de emigración sustituyendo la actual situación de un mundo que se preocupa por las ballenas y lo verde mientras deja morir de hambre seres humanos por millones o busca la más rentable de las formas de explotar la pobreza de continentes enteros, como el hispanoamericano, al que nuestro nacional sindicalismo debiera ayudar a levantarse contra el monstruo euroyanqui.

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