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sábado, 6 de julio de 2013

Entrevista a Francisco Torres, autor de "El último José Antonio".


“Ni la justicia social es patrimonio de la izquierda ni el patriotismo está vinculado a la derecha” 

 Francisco Torres, catedrático de instituto, historiador, es el autor de un libro para muchos “revolucionario” sobre el fundador de la Falange, “El último José Antonio” (Editorial Barbarroja). En menos de dos meses se ha agotado la primera edición y la segunda ya está a la venta. Con una apretada agenda está recorriendo España para presentar un libro que, como él mismo afirma, “trata de explicar a José Antonio” desde sus últimos escritos sin dejar a un “lado la reconstrucción de los últimos meses de su vida”. Un libro en el que aborda con valentía y rigor, con nuevas interpretaciones, muchas de las incógnitas que muchas veces nos planteamos sobre la biografía de Primo de Rivera.
El profesor Torres se somete gustosamente a esta entrevista que le plantea La Falange de Murcia; ha tenido la amabilidad de recibirnos para contestar a nuestras preguntas sin poner reserva alguna a temas más que espinosos porque queríamos charlar con él no sólo de su libro sino también de la Falange y su historia desde el punto de vista del historiador. Comenzamos.


Lo primero que se me ocurre preguntarle es algo que, como me ha comentado, muchas veces le han planteado en las presentaciones, ¿murió la Falange con José Antonio? Y si la respuesta es positiva ¿quizás fue porque era el único que 1936 tenía una visión exacta de lo que debiera ser? 

Resulta evidente que la Falange histórica, la anterior a la guerra civil, murió en la mañana del 20 de noviembre de 1936. Entre otras razones porque como partido adolecía de falta de consolidación. Tenga usted en cuenta que, en realidad, la vida de la Falange como partido fue muy corta. Muchas delegaciones no pudieron ponerse en marcha legalmente hasta 1935, entonces se necesitaba autorización gubernativa en cada provincia; la formación de los militantes era muy limitada… y la Falange no es la Falange de José Antonio realmente hasta 1935 tras las sucesivas escisiones o expulsiones. Por todo ello la Falange necesitaba de José Antonio. Ahora bien, esto no quiere decir que el movimiento falangista o el nacionalsindicalismo desapareciera como tal en noviembre de 1936. Al contrario, como me precisa un buen amigo, Luis Soler, en realidad la Falange nace con la muerte de José Antonio. Creo que en el sentido de que a partir de ahí corresponde a los falangistas trazar su futuro. Por ello estimo que lo más correcto, desde un punto de vista histórico, sería hablar de la acción de los falangistas hasta la actualidad independientemente del nombre. 

-Me plantea usted, si no lo entiendo mal, una distinción entre la Falange de José Antonio y la Falange actual. Hoy existen varios partidos falangistas (FA, FEJONS, FE-LA FALANGE) y grupos, ¿en alguno de ellos ve usted las líneas marcadas en su día por José Antonio?
 
Me va a permitir que sea diplomático. Entre otras razones porque para formular un juicio necesitaría estudiar los planteamientos de cada uno de estos grupos y la producción doctrinal de cada uno de ellos es muy limitada. Lo cierto es que todos tienen como referente a José Antonio. Pronunciarme sobre cuál es más “ortodoxo” sería por mi parte una temeridad. Pero lo que sí me gustaría subrayar es la tendencia que observo en algunos discursos de un cierto alejamiento, por aproximación a modas externas, del universo conceptual joseantoniano. 

-Para usted la doctrina de José Antonio, esos conceptos permanentes, depurados de la carga coyuntural que analiza en su libro, tiene validez, es tremendamente actual, pero ¿cree que los grupos falangistas tiene futuro? ¿quizás fuera necesario para ello la ansiada unidad del mundo azul? Y, se atrevería usted a pronunciarse sobre ¿cuál sería la solución para que la Falange empezara a tener presencia en las instituciones? 

Creo que en el texto queda claro que ese pensamiento tiene validez, es más yo le diría que ante la situación que estamos viviendo de crisis económica, nacional, moral y social la vía revolucionaria de José Antonio, que es al mismo tiempo individual y colectiva, cobra actualidad. Cierto es que el pensamiento de Primo de Rivera quedó inconcluso, para mí reducido a su fase conceptual, pero, al mismo tiempo, ello le ha permitido conservar su virtualidad. Lo que tenemos son unas guías maestras para un proyecto político insuficientemente desarrollado por los propios falangistas durante décadas.
Lo que usted me plantea sobre la unidad es una evidencia. Independientemente de las razones ideológicas que se pudieran esgrimir para mantener la división o de las razones históricas que cada grupo alegue, incluyendo todos aquellos que sintiéndose joseantonianos no forman en ninguno de esos grupos, eso que se llamó la diáspora azul, el hecho objetivo es que es improbable, no diré que imposible, que la Falange como grupo político tenga un futuro claro cuando tres o cuatro marcas se presentan a los españoles con la misma denominación y los mismos símbolos. Por más razonamientos que se quieran dar es algo incomprensible desde puertas para afuera. Desde mi punto de vista, y es una opinión, sólo una opinión, resultará muy difícil a la Falange irrumpir si se mantiene la división. Además tenga usted en cuenta que existen otros grupos que, sin ser falangistas, se mueven en sus proximidades por lo que la situación se hace más compleja. 

-Muchos veces se identifica a los falangistas con los franquistas. Me gustaría que me dijera cómo se podría explicar la diferencia para que la gente la comprendiera.
 
Bueno, esa identificación se irá diluyendo con el tiempo, tenga usted presente que el franquismo, que es un calificativo hoy con una evidente carga negativa para muchos ciudadanos, no es una ideología, en realidad no es un “ismo”, por lo que cuanto más nos vayamos alejando en el tiempo el “franquismo” será solamente historia, una página como la de los Reyes Católicos o Felipe II, con su proyección en el tiempo se quiere pero nada más, por lo que ese debate desaparecerá aunque se mantendrá como insulto o elemento de descalificación utilizado por el adversario, pero eso es habitual en el debate político español y de eso nadie se escapa.
Por otra parte, es lógico que se produzca esa identificación a nivel de calle entre personas de cierta edad o entre quienes sienten curiosidad histórica por esa época porque la Falange, por más que se empeñen algunos en negar las evidencias, formó parte del régimen de Franco.
El régimen de Franco se basaba en una confluencia de grupos que ocupaban parcelas del poder. Los gobiernos de Franco fueron siempre unos ejecutivos de concentración con presencia de los diversos grupos con diverso peso y fuerza según la época. Los falangistas ocuparon parcelas de poder durante décadas, estuvieron en puestos de decisión: se podría argüir que no era la Falange sino los falangistas, pero ahí estaban la inmensa mayoría de los falangistas.
A mi juicio entre los años setenta y los noventa los falangistas cometieron, un enorme error: despreciar la obra de los falangistas en el régimen de Franco. Ello ha provocado que sólo perdure la imagen negativa que toda obra humana tiene.

-Volvamos estrictamente a su libro. Pese a abordar una temática que suscita amor y odio al tiempo, está teniendo muy buena crítica. Casi todo el mundo subraya que es un estudio interesantísimo y muy acertado. ¿Por qué, pese a que usted destroza literalmente muchos mitos que han sido casi elementos de fe, no haya existido una crítica feroz al mismo desde determinados sectores e incluso que tenga tan buena crítica? 

Bueno, diferenciemos. Si usted se refiere a la crítica fuera del ámbito de distribución que tiene es evidente que lo que padecemos es el silencio, aunque estamos en los primeros momentos de vida de esta obra, que en su segunda edición se presenta con muy pequeñas correcciones y solución de erratas, y aguardamos ahora que llegue a otros ambientes. Yo mismo estoy sorprendido de la buena acogida que ha tenido entre personas que hasta ayer sostenían y sostienen puntos de vista contrarios a los que yo trato en el libro -señalemos como ejemplo todo lo referente a la cuestión de los intentos de rescate-. Me quedo gráficamente con la intervención que un falangista histórico, Roberto Ferruz tuvo en la presentación de Barcelona indicándome que el defecto que le ponía al libro era que llegara 70 años tarde porque hubiera evitado muchas disensiones. Por otra parte es un libro que nos aproxima a José Antonio y que se atreve a plantear muchas incógnitas. Además de lo que supone exhumar una documentación que ha permanecido inédita durante décadas y que nos aclara muchas cosas. 

-Ha mencionado los intentos de rescate. En pocas palabras ¿se pudo salvar a José Antonio de la muerte en la cárcel de Alicante? 

Sí y No. Para mí el rescate era prácticamente imposible, salvo que las autoridades republicanas aceptaran un canje o prosperara un difícil soborno de los diversos poderes que actuaban en Alicante en noviembre de 1936. Era muy difícil que alguien del peso específico de José Antonio fuera liberado. En noviembre José Antonio era el preso más importante que tenían los republicanos. Ejecutarlo era en cierto modo una demostración de fuerza. Pero pese a que estimo que en la zona nacional asumían lo difícil que resultaba conseguirlo se intentó todo lo posible.
Por otro lado, no hubo voluntad política entre los dirigentes del Frente Popular para no ejecutarlo. Sólo los ministros republicanos de Azaña lo intentaron de veras. Prieto tenía interés en preservar la vida de José Antonio para utilizarlo como arma de disensión en la zona nacional, pero votó a favor de la ejecución. La decisión final fue, en última instancia, del Consejo de Ministros presidido por Largo Caballero. El proceso fue impulsado, estableciendo la pena antes del juico, por los anarquistas y por el Ministro García Oliver. Todos ellos, anarquistas y socialistas se pronunciaron a favor de la ejecución al igual que el Comité Alicantino del Frente Popular. Esos son los hechos. 

-Aunque usted huye de la ucronía lo cierto es que todos los falangistas nos hemos hecho siempre la misma pregunta, ¿si se hubiera salvado o lo hubieran rescatado, que habría pasado? 

Yo he dicho en reiteradas ocasiones que la historia no hubiera sido igual, pero esto es algo lógico. Tampoco sabemos cómo le hubiera afectado el conocer los efectos de la
guerra sobre su familia y sus falangistas, pero José Antonio tenía un alma generosa. Si nos ponemos en las fechas es evidente que su papel hubiera sido fundamental: si llega entre octubre y noviembre de 1936 para mí que hubiera jugado un papel similar al que después tendría Serrano Suñer como arquitecto del nuevo régimen. Si hubiera llegado después de enero de 1937, ya con su amigo Serrano Suñer en el poder, como director y constructor político del Nuevo Estado, algo que su cuñado Franco le confió, hubiera formado con éste un gran equipo y probablemente matizado el proyecto de indudables tintes fascistas de Serrano Suñer. Esto no es imaginación, creo que concuerda con el planteamiento de José Antonio ante la situación que yo explico en el libro: asumiendo que la intervención militar era inevitable estimaba que él podría darle el soporte ideológico que necesitaba para que no fuera una mera dictadura militar. El problema es que José Antonio fue ejecutado. 

-Esto me lleva a la pregunta del millón, y me alegra que no rechace ninguna de mis preguntas. ¿José Antonio y Franco eran amigos? ¿Qué de cierto tiene el mito de que Franco pudo salvar a José Antonio y no quiso? 

En el texto yo rastreo esa relación inexistente. Directamente no fueron ni amigos ni conocidos. Sólo se encontraron personalmente que sepamos en dos ocasiones. Tenían amigos comunes: Serrano Suñer, Goicoechea, algunos familiares de Bolín, el Tebib Arrumi, Yagüe… Aunque no se suele decir el primo y ayudante de Franco, Pacón, admiraba a José Antonio e incluso colaboraba en la venta de prensa falangista. También el jefe de la Falange en Mallorca era amigo de Franco. Esto no quiere decir nada pero el historiador no puede ignorarlo. No se conocían. Franco sólo pudo tener referencias de algunos discursos de José Antonio y poco más. Luego resulta curioso que su médico personal fuera durante décadas un falangista convencido o que entre sus ministros tuviera una relación de amistad con Arrese o Girón. O que por ejemplo viera en Miguel Primo de Rivera un poco a ese hijo que no tuvo, algo que también le pasó con Juan Carlos; o la deferencia que siempre tuvo con Pilar Primo de Rivera. Pero todo ello no quiere decir que Franco fuera falangista, que no lo era es una evidencia.
Lo que usted me pregunta sobre el mito. La mejor respuesta es que es eso, un mito. Un mito interesado. Franco no sólo autorizó todos y cada uno de los muchos intentos que se pusieron en marcha entre septiembre y noviembre de 1936 sino que además propuso personalmente el último de los mismos: canjear a José Antonio por el diputado socialista Graciano Antuña, un héroe de la revolución de Asturias para la izquierda, y cuatro millones de pesetas, unos dos mil millones de pesetas del año 2000. 

-¿Y Hedilla? Usted trata muy colateralmente este tema en su libro. 

No era objeto del libro. Sería parte de otro libro que podría titularse “José Antonio después de José Antonio”. Hedilla es para mí, como historiador, una figura atrayente pero sin estudios sobre la misma más allá de unas cuantas obviedades y no pocos tópicos. Me sorprende que haya despertado tan poco interés su biografía, pese a ser exhibido como lo que a mi juicio no fue: un opositor a Franco y a la Unificación. Afirmación ésta que hará que más de uno se rasgue las vestiduras. Estoy seguro que la familia conservará una importante documentación que podría aclararnos algunas cosas. Pero ciñámonos a lo que yo trato en el libro.
Mire, entre septiembre de 1936 y abril de 1937 Hedilla se tuvo que enfrentar a la posibilidad de que estallará un enfrentamiento interno grave, a tiros, entre quienes le apoyaban a él y el grupo cada vez con mayor peso nucleado en torno a Sancho Dávila,
lo que en la historiografía, quizás incorrectamente, se denominan “los legitimistas”. Decidió no reconocer la ejecución de José Antonio porque ello hubiera obligado al partido a elegir un nuevo jefe nacional y Hedilla hubiera perdido ante Dávila. Aplazó la comunicación esperando que se produjera lo que parecía una inminente entrada en Madrid y fin de la guerra, lo que permitiría la incorporación de más consejeros nacionales a la Junta Provisional. No fue así y la situación se mantuvo.
Por otra parte, en aquellos meses todos buscaban la creación de un Partido Único. Entre falangistas y tradicionalistas se abrieron negociaciones para esa unificación. Finalmente se hizo desde arriba. Si repasa las actas de los Consejos Nacionales publicados verá que ésta no era la cuestión fundamental en las discusiones, entre otras razones porque el nuevo partido estaría bajo control falangista y Hedilla, que tenía buenas y fluidas relaciones con Franco, no así con Serrano, ocuparía el puesto fundamental en el Secretariado y los falangistas dominarían el mismo (lo que sucedería cuando se nombraron los primeros Consejeros). Pero el grupo de Dávila le presionó para que se posicionara contra el mismo y Hedilla se encontró con que la mayoría de los que le empujaban a la disidencia ocuparon los cargos. Pero insisto, Hedilla es una figura que demanda un estudio desde la documentación y no desde la opinión. En su libro “Testimonio” no se nos presenta como un antifranquista en el sentido del término que suele utilizarse. 

-Entonces usted no cree que Franco utilizó a la Falange como coreografía y el mito de José Antonio para sostener y dar popularidad a su régimen. 

Evidentemente no. Pero es que además no es que yo lo crea. Mire la FET fue una construcción realizada por Serrano Suñer y su equipo. El autor de la “parafernalia” es Dionisio Ridruejo y otros falangistas. Durante dos décadas la FET estuvo en manos de los falangistas y ellos la pusieron en pie. Que el modelo no guste o dejara de gustar décadas después es otra historia. Evidentemente no conquistaron el poder. Este es un hecho que se suele olvidar. No ganaron la guerra, formaban parte de los que ganaron la guerra que no es lo mismo. Franco dio a los falangistas una gran oportunidad.
Tal y como explico en el libro el mito de José Antonio fue creado por los falangistas, por la corte literaria de José Antonio, la guerra acabó con los ideólogos pero preservó a los escritores. Ese mito tiene una parte desde mi punto de vista enormemente positivo que es el valor de ejemplo, de arquetipo, de modelo que sigue vigente y que continúa teniendo un enorme valor de atracción. Dos generaciones de españoles conocieron los conceptos joseantonianos, que han tenido un peso sociológico importante entre los españoles, gracias a ese designio. Pero este es un tema que sólo muy sucintamente abordo en el último capítulo del libro y que necesitaría un ensayo para explicarlo con todas sus aristas.
El problema, le insisto, es confundir la parte con el todo. Además existe una curiosa interpretación que es cuanto menos sorprendente: Franco sería un traidor porque no hizo la revolución falangista ergo los falangistas esperaban que la revolución la hiciera Franco y no ellos por lo que quedarían exculpados por no hacerla. Interesante deducción a tener en cuenta. Pero este es ya un debate histórico que no debiera convertirse en debate político que es lo que con notorio error a veces se hace.

-Ya que habla de estas cosas me trae a la memoria esa afirmación de José Antonio, reiterada hasta la saciedad, de que no eran de derechas ni de izquierdas. Sin embargo, no pocas personas, falangistas o no, tienen a ver la falange con una óptica de inclinación más de izquierda, sobre todo en lo social, o más de derechas si nos referimos a lo patriótico. 

Pues me temo que si es una forma de explicar el “misterio” del pensamiento de José Antonio podríamos aceptar la fórmula. Si nos ceñimos a lo conceptual tendría que decir que filosóficamente están equivocados. No es que José Antonio, y por ende la Falange, sean más de derechas en una cosa y más de izquierdas en otra, es que Primo de Rivera niega esas categorías. El motor de su construcción ideológica es la superación de las antinomias. Ni la justicia social es patrimonio de la izquierda ni el patriotismo está vinculado a la derecha. En el pensamiento de José Antonio forman parte de la integridad de la persona por lo que no pueden desgajarse de la misma. José Antonio busca fórmulas nuevas, no hacer un acopio de lo positivo y lo negativo de unos y otros para obtener un punto intermedio de acuerdo. Decir que la Falange es de izquierdas es tan tonto -dicho con todo respeto- como decir que es de derechas, es falsear la realidad. Otra cosa es lo que se entienda a nivel de calle, pero yo tengo la obligación de ser riguroso. Ahora bien, no se puede hablar de revoluciones, de poner fin al liberalismo, de superar al socialismo para después asumir conceptos como los de derecha e izquierda que son propios de ese mundo conceptual. Creo que muchos recurren a ellos para definirse o diferenciarse dentro del mundo azul, sin darse cuenta del contrasentido que encierran, o simplemente porque buscan legitimarse ante lo políticamente correcto creyendo que así serán aceptados, obtener una especie de salvoconducto de normalidad, lo que en el fondo es una actitud profundamente contrarrevolucionaria. 

-En su libro, tangencialmente, aborda la relación entre Falange y lo católico… 

No exactamente así. Yo abordo la posición de José Antonio con respecto al hecho católico, no la de la Falange, que aunque pueda ser lo mismo no es igual. Lo hago brevemente y vinculado a lo que es su universo personal porque nos define bien al personaje. Es algo que he tratado más extensamente en un artículo que se puede consultar en la página web del libro elultimojoseantonio.com. José Antonio es un católico profundo y construye su pensamiento desde el catolicismo… el hombre interviene en política como “envoltura carnal de un alma dispuesta condenarse o salvarse por toda la eternidad”. Cuando nos expone su filosofía de la historia que es base de su pensamiento lo hace desde la perspectiva del cristiano y cuando reflexiona sobre la base que alumbrará la solución política, tras desechar el liberalismo, el marxismo y el fascismo nos dice que será cristiana… El catolicismo es indisoluble de su pensamiento. No cabe una Falange pagana. 

-También revisa el mito de las simpatías que José Antonio despertó entre socialistas y anarquistas destacados y exculpa a los comunistas de la ejecución. 

Vayamos por partes. El discurso de José Antonio tuvo capacidad de atracción entre gentes de izquierdas, podía ser grato a muchos anarquistas que eran anarquistas sólo por la cuestión de la tierra pero que moralmente estaban próximos a la España tradicional. José Antonio esto lo percibió. Creyó que una simiente de su revolución podía arraigar en ese mundo campesino. De hecho en el libro se puede ver la composición social del grupo de falangistas –pretenciosa y erróneamente llamado comando- que intentó liberarle románticamente en julio de 1936 y que acabaron pagándolo con su vida, eran labradores, jornaleros…
Lo que yo reviso es la posición de Indalecio Prieto, que dista mucho de la imagen de simpatía que se ha exhibido como mito. Prieto no apreciaba a José Antonio en 1936: lea usted sus discursos y lo que dice de él. Además fue el que, por ejemplo, encontró la trampa legal para evitar que su candidatura fuera aceptada en Cuenca. Y el hecho incontrovertible es que se posiciono a favor de la ejecución. A eso se suma el intento de manipulación de sus documentos y del sumario tal y como se demuestra documentalmente en el libro.
Con respecto a los comunistas no es que yo los exculpe. Es simplemente que en Alicante el poder residía en la CNT-FAI, que los dos piquetes de ejecución eran anarquistas y que el ministro anarquista García Oliver dirigió el proceso. Pero a la leyenda y al mito convenía convertirlos a todos en comunistas. 

-En sus presentaciones y en alguna entrevista ha dicho que este libro está en parte escrito para quienes hoy se han acercado a la figura de José Antonio en la última década. ¿Por qué cree que nuevas generaciones pueden aproximarse a su figura y a su pensamiento? 

Por un lado con este libro estimo que se cierran muchos debates sobre José Antonio, su obra y su vida. De ahí que sea ese último José Antonio, pero al mismo tiempo quiere, como me han señalado, ser el primer José Antonio del futuro. Yo creo que el mito, el mito positivo, de esta figura sigue siendo un elemento de atracción icónica fundamental que, además sus seguidores, por un exceso de celo desmitificador, no han sabido aprovechar en toda su extensión. Es una figura atrayente. Ciertamente es un modelo de comportamiento, un arquetipo, pero es también el hombre que nos hace propuestas, que nos ofrece un compendio conceptual sobre la Patria, el Estado, la Libertad, el Hombre, la Economía con una fuerte carga moral. Ideas capaces de llenar almas inquietas. Curiosamente la llamada petrificación de las ideas de José Antonio las han preservado prístinas y al mismo tiempo su vida y su muerte nos dejan un joven incontaminado por las miserias que acompañan a todas las guerras. Por ello no me gusta la moda que se está extendiendo de tomar como modelo o referentes a personas que nada tienen que ver con nuestra idiosincrasia reduciendo a José Antonio a un modelo histórico lo que también es una manipulación. Espero que “El último José Antonio” sirva para explicar al personaje y para invitar a profundizar en él. 

-Para terminar, después de todo lo escrito ¿cómo definiría a José Antonio en tan solo una línea? 

Como el hombre que supo vivir acorde con su estrella invitándonos a seguir su ejemplo y hacer realidad su sueño. 

Agradecemos a Francisco Torres por aceptar esta entrevista, responder sin tapujos sobre José Antonio y la Falange, mostrándonos su punto de vista de una manera clara y contundente.

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