“Ni la justicia social es patrimonio de la izquierda ni el patriotismo está vinculado a la derecha”
Francisco
Torres, catedrático de instituto, historiador, es el autor de un libro
para muchos “revolucionario” sobre el fundador de la Falange, “El último
José Antonio” (Editorial Barbarroja). En menos de dos meses se ha
agotado la primera edición y la segunda ya está a la venta. Con una
apretada agenda está recorriendo España para presentar un libro que,
como él mismo afirma, “trata de explicar a José Antonio” desde sus
últimos escritos sin dejar a un “lado la reconstrucción de los últimos
meses de su vida”. Un libro en el que aborda con valentía y rigor, con
nuevas interpretaciones, muchas de las incógnitas que muchas veces nos
planteamos sobre la biografía de Primo de Rivera.
El profesor Torres se somete gustosamente a esta entrevista que le plantea La Falange de Murcia; ha tenido la amabilidad de recibirnos para contestar a nuestras preguntas sin poner reserva alguna a temas más que espinosos porque queríamos charlar con él no sólo de su libro sino también de la Falange y su historia desde el punto de vista del historiador. Comenzamos.
El profesor Torres se somete gustosamente a esta entrevista que le plantea La Falange de Murcia; ha tenido la amabilidad de recibirnos para contestar a nuestras preguntas sin poner reserva alguna a temas más que espinosos porque queríamos charlar con él no sólo de su libro sino también de la Falange y su historia desde el punto de vista del historiador. Comenzamos.
Lo
primero que se me ocurre preguntarle es algo que, como me ha comentado,
muchas veces le han planteado en las presentaciones, ¿murió la Falange
con José Antonio? Y si la respuesta es positiva ¿quizás fue porque era
el único que 1936 tenía una visión exacta de lo que debiera ser?
Resulta
evidente que la Falange histórica, la anterior a la guerra civil, murió
en la mañana del 20 de noviembre de 1936. Entre otras razones porque
como partido adolecía de falta de consolidación. Tenga usted en cuenta
que, en realidad, la vida de la Falange como partido fue muy corta.
Muchas delegaciones no pudieron ponerse en marcha legalmente hasta 1935,
entonces se necesitaba autorización gubernativa en cada provincia; la
formación de los militantes era muy limitada… y la Falange no es la
Falange de José Antonio realmente hasta 1935 tras las sucesivas
escisiones o expulsiones. Por todo ello la Falange necesitaba de José
Antonio. Ahora bien, esto no quiere decir que el movimiento falangista o
el nacionalsindicalismo desapareciera como tal en noviembre de 1936. Al
contrario, como me precisa un buen amigo, Luis Soler, en realidad la
Falange nace con la muerte de José Antonio. Creo que en el sentido de
que a partir de ahí corresponde a los falangistas trazar su futuro. Por
ello estimo que lo más correcto, desde un punto de vista histórico,
sería hablar de la acción de los falangistas hasta la actualidad
independientemente del nombre.
-Me plantea usted, si no
lo entiendo mal, una distinción entre la Falange de José Antonio y la
Falange actual. Hoy existen varios partidos falangistas (FA, FEJONS,
FE-LA FALANGE) y grupos, ¿en alguno de ellos ve usted las líneas marcadas
en su día por José Antonio?
Me va a permitir que sea
diplomático. Entre otras razones porque para formular un juicio
necesitaría estudiar los planteamientos de cada uno de estos grupos y la
producción doctrinal de cada uno de ellos es muy limitada. Lo cierto es
que todos tienen como referente a José Antonio. Pronunciarme sobre cuál
es más “ortodoxo” sería por mi parte una temeridad. Pero lo que sí me
gustaría subrayar es la tendencia que observo en algunos discursos de un
cierto alejamiento, por aproximación a modas externas, del universo
conceptual joseantoniano.
-Para usted la doctrina de José
Antonio, esos conceptos permanentes, depurados de la carga coyuntural
que analiza en su libro, tiene validez, es tremendamente actual, pero
¿cree que los grupos falangistas tiene futuro? ¿quizás fuera necesario
para ello la ansiada unidad del mundo azul? Y, se atrevería usted a
pronunciarse sobre ¿cuál sería la solución para que la Falange empezara a
tener presencia en las instituciones?
Creo que en el
texto queda claro que ese pensamiento tiene validez, es más yo le diría
que ante la situación que estamos viviendo de crisis económica,
nacional, moral y social la vía revolucionaria de José Antonio, que es
al mismo tiempo individual y colectiva, cobra actualidad. Cierto es que
el pensamiento de Primo de Rivera quedó inconcluso, para mí reducido a
su fase conceptual, pero, al mismo tiempo, ello le ha permitido
conservar su virtualidad. Lo que tenemos son unas guías maestras para un
proyecto político insuficientemente desarrollado por los propios
falangistas durante décadas.
Lo que usted me plantea sobre la
unidad es una evidencia. Independientemente de las razones ideológicas
que se pudieran esgrimir para mantener la división o de las razones
históricas que cada grupo alegue, incluyendo todos aquellos que
sintiéndose joseantonianos no forman en ninguno de esos grupos, eso que
se llamó la diáspora azul, el hecho objetivo es que es improbable, no
diré que imposible, que la Falange como grupo político tenga un futuro
claro cuando tres o cuatro marcas se presentan a los españoles con la
misma denominación y los mismos símbolos. Por más razonamientos que se
quieran dar es algo incomprensible desde puertas para afuera. Desde mi
punto de vista, y es una opinión, sólo una opinión, resultará muy
difícil a la Falange irrumpir si se mantiene la división. Además tenga
usted en cuenta que existen otros grupos que, sin ser falangistas, se
mueven en sus proximidades por lo que la situación se hace más compleja.
-Muchos veces se identifica a los falangistas con los
franquistas. Me gustaría que me dijera cómo se podría explicar la
diferencia para que la gente la comprendiera.
Bueno, esa
identificación se irá diluyendo con el tiempo, tenga usted presente que
el franquismo, que es un calificativo hoy con una evidente carga
negativa para muchos ciudadanos, no es una ideología, en realidad no es
un “ismo”, por lo que cuanto más nos vayamos alejando en el tiempo el
“franquismo” será solamente historia, una página como la de los Reyes
Católicos o Felipe II, con su proyección en el tiempo se quiere pero
nada más, por lo que ese debate desaparecerá aunque se mantendrá como
insulto o elemento de descalificación utilizado por el adversario, pero
eso es habitual en el debate político español y de eso nadie se escapa.
Por otra parte, es lógico que se produzca esa identificación a
nivel de calle entre personas de cierta edad o entre quienes sienten
curiosidad histórica por esa época porque la Falange, por más que se
empeñen algunos en negar las evidencias, formó parte del régimen de
Franco.
El régimen de Franco se basaba en una confluencia de
grupos que ocupaban parcelas del poder. Los gobiernos de Franco fueron
siempre unos ejecutivos de concentración con presencia de los diversos
grupos con diverso peso y fuerza según la época. Los falangistas
ocuparon parcelas de poder durante décadas, estuvieron en puestos de
decisión: se podría argüir que no era la Falange sino los falangistas,
pero ahí estaban la inmensa mayoría de los falangistas.
A mi
juicio entre los años setenta y los noventa los falangistas cometieron, un enorme error: despreciar la obra de los falangistas en el
régimen de Franco. Ello ha provocado que sólo perdure la imagen
negativa que toda obra humana tiene.
-Volvamos
estrictamente a su libro. Pese a abordar una temática que suscita amor y
odio al tiempo, está teniendo muy buena crítica. Casi todo el mundo
subraya que es un estudio interesantísimo y muy acertado. ¿Por qué, pese
a que usted destroza literalmente muchos mitos que han sido casi
elementos de fe, no haya existido una crítica feroz al mismo desde
determinados sectores e incluso que tenga tan buena crítica?
Bueno,
diferenciemos. Si usted se refiere a la crítica fuera del ámbito de
distribución que tiene es evidente que lo que padecemos es el silencio,
aunque estamos en los primeros momentos de vida de esta obra, que en su
segunda edición se presenta con muy pequeñas correcciones y solución de
erratas, y aguardamos ahora que llegue a otros ambientes. Yo mismo estoy
sorprendido de la buena acogida que ha tenido entre personas que hasta
ayer sostenían y sostienen puntos de vista contrarios a los que yo trato
en el libro -señalemos como ejemplo todo lo referente a la cuestión de
los intentos de rescate-. Me quedo gráficamente con la intervención que
un falangista histórico, Roberto Ferruz tuvo en la presentación de
Barcelona indicándome que el defecto que le ponía al libro era que
llegara 70 años tarde porque hubiera evitado muchas disensiones. Por
otra parte es un libro que nos aproxima a José Antonio y que se atreve a
plantear muchas incógnitas. Además de lo que supone exhumar una
documentación que ha permanecido inédita durante décadas y que nos
aclara muchas cosas.
-Ha mencionado los intentos de rescate. En pocas palabras ¿se pudo salvar a José Antonio de la muerte en la cárcel de Alicante?
Sí
y No. Para mí el rescate era prácticamente imposible, salvo que las
autoridades republicanas aceptaran un canje o prosperara un difícil
soborno de los diversos poderes que actuaban en Alicante en noviembre de
1936. Era muy difícil que alguien del peso específico de José Antonio
fuera liberado. En noviembre José Antonio era el preso más importante
que tenían los republicanos. Ejecutarlo era en cierto modo una
demostración de fuerza. Pero pese a que estimo que en la zona nacional
asumían lo difícil que resultaba conseguirlo se intentó todo lo posible.
Por otro lado, no hubo voluntad política entre los dirigentes
del Frente Popular para no ejecutarlo. Sólo los ministros republicanos
de Azaña lo intentaron de veras. Prieto tenía interés en preservar la
vida de José Antonio para utilizarlo como arma de disensión en la zona
nacional, pero votó a favor de la ejecución. La decisión final fue, en
última instancia, del Consejo de Ministros presidido por Largo
Caballero. El proceso fue impulsado, estableciendo la pena antes del
juico, por los anarquistas y por el Ministro García Oliver. Todos ellos,
anarquistas y socialistas se pronunciaron a favor de la ejecución al
igual que el Comité Alicantino del Frente Popular. Esos son los hechos.
-Aunque
usted huye de la ucronía lo cierto es que todos los falangistas nos
hemos hecho siempre la misma pregunta, ¿si se hubiera salvado o lo
hubieran rescatado, que habría pasado?
Yo he dicho en
reiteradas ocasiones que la historia no hubiera sido igual, pero esto es
algo lógico. Tampoco sabemos cómo le hubiera afectado el conocer los
efectos de la
guerra sobre su familia y sus falangistas, pero
José Antonio tenía un alma generosa. Si nos ponemos en las fechas es
evidente que su papel hubiera sido fundamental: si llega entre octubre y
noviembre de 1936 para mí que hubiera jugado un papel similar al que
después tendría Serrano Suñer como arquitecto del nuevo régimen. Si
hubiera llegado después de enero de 1937, ya con su amigo Serrano Suñer
en el poder, como director y constructor político del Nuevo Estado, algo
que su cuñado Franco le confió, hubiera formado con éste un gran equipo
y probablemente matizado el proyecto de indudables tintes fascistas de
Serrano Suñer. Esto no es imaginación, creo que concuerda con el
planteamiento de José Antonio ante la situación que yo explico en el
libro: asumiendo que la intervención militar era inevitable estimaba que
él podría darle el soporte ideológico que necesitaba para que no fuera
una mera dictadura militar. El problema es que José Antonio fue
ejecutado.
-Esto me lleva a la pregunta del millón, y me
alegra que no rechace ninguna de mis preguntas. ¿José Antonio y Franco
eran amigos? ¿Qué de cierto tiene el mito de que Franco pudo salvar a
José Antonio y no quiso?
En el texto yo rastreo esa
relación inexistente. Directamente no fueron ni amigos ni conocidos.
Sólo se encontraron personalmente que sepamos en dos ocasiones. Tenían
amigos comunes: Serrano Suñer, Goicoechea, algunos familiares de Bolín,
el Tebib Arrumi, Yagüe… Aunque no se suele decir el primo y ayudante de
Franco, Pacón, admiraba a José Antonio e incluso colaboraba en la venta
de prensa falangista. También el jefe de la Falange en Mallorca era
amigo de Franco. Esto no quiere decir nada pero el historiador no puede
ignorarlo. No se conocían. Franco sólo pudo tener referencias de algunos
discursos de José Antonio y poco más. Luego resulta curioso que su
médico personal fuera durante décadas un falangista convencido o que
entre sus ministros tuviera una relación de amistad con Arrese o Girón. O
que por ejemplo viera en Miguel Primo de Rivera un poco a ese hijo que
no tuvo, algo que también le pasó con Juan Carlos; o la deferencia que
siempre tuvo con Pilar Primo de Rivera. Pero todo ello no quiere decir
que Franco fuera falangista, que no lo era es una evidencia.
Lo
que usted me pregunta sobre el mito. La mejor respuesta es que es eso,
un mito. Un mito interesado. Franco no sólo autorizó todos y cada uno de
los muchos intentos que se pusieron en marcha entre septiembre y
noviembre de 1936 sino que además propuso personalmente el último de los
mismos: canjear a José Antonio por el diputado socialista Graciano
Antuña, un héroe de la revolución de Asturias para la izquierda, y
cuatro millones de pesetas, unos dos mil millones de pesetas del año
2000.
-¿Y Hedilla? Usted trata muy colateralmente este tema en su libro.
No
era objeto del libro. Sería parte de otro libro que podría titularse
“José Antonio después de José Antonio”. Hedilla es para mí, como
historiador, una figura atrayente pero sin estudios sobre la misma más
allá de unas cuantas obviedades y no pocos tópicos. Me sorprende que
haya despertado tan poco interés su biografía, pese a ser exhibido como
lo que a mi juicio no fue: un opositor a Franco y a la Unificación.
Afirmación ésta que hará que más de uno se rasgue las vestiduras. Estoy
seguro que la familia conservará una importante documentación que podría
aclararnos algunas cosas. Pero ciñámonos a lo que yo trato en el libro.
Mire, entre septiembre de 1936 y abril de 1937 Hedilla se tuvo
que enfrentar a la posibilidad de que estallará un enfrentamiento
interno grave, a tiros, entre quienes le apoyaban a él y el grupo cada
vez con mayor peso nucleado en torno a Sancho Dávila,
lo que en
la historiografía, quizás incorrectamente, se denominan “los
legitimistas”. Decidió no reconocer la ejecución de José Antonio porque
ello hubiera obligado al partido a elegir un nuevo jefe nacional y
Hedilla hubiera perdido ante Dávila. Aplazó la comunicación esperando
que se produjera lo que parecía una inminente entrada en Madrid y fin de
la guerra, lo que permitiría la incorporación de más consejeros
nacionales a la Junta Provisional. No fue así y la situación se mantuvo.
Por otra parte, en aquellos meses todos buscaban la creación de
un Partido Único. Entre falangistas y tradicionalistas se abrieron
negociaciones para esa unificación. Finalmente se hizo desde arriba. Si
repasa las actas de los Consejos Nacionales publicados verá que ésta no
era la cuestión fundamental en las discusiones, entre otras razones
porque el nuevo partido estaría bajo control falangista y Hedilla, que
tenía buenas y fluidas relaciones con Franco, no así con Serrano,
ocuparía el puesto fundamental en el Secretariado y los falangistas
dominarían el mismo (lo que sucedería cuando se nombraron los primeros
Consejeros). Pero el grupo de Dávila le presionó para que se posicionara
contra el mismo y Hedilla se encontró con que la mayoría de los que le
empujaban a la disidencia ocuparon los cargos. Pero insisto, Hedilla es
una figura que demanda un estudio desde la documentación y no desde la
opinión. En su libro “Testimonio” no se nos presenta como un
antifranquista en el sentido del término que suele utilizarse.
-Entonces
usted no cree que Franco utilizó a la Falange como coreografía y el
mito de José Antonio para sostener y dar popularidad a su régimen.
Evidentemente
no. Pero es que además no es que yo lo crea. Mire la FET fue una
construcción realizada por Serrano Suñer y su equipo. El autor de la
“parafernalia” es Dionisio Ridruejo y otros falangistas. Durante dos
décadas la FET estuvo en manos de los falangistas y ellos la pusieron en
pie. Que el modelo no guste o dejara de gustar décadas después es otra
historia. Evidentemente no conquistaron el poder. Este es un hecho que
se suele olvidar. No ganaron la guerra, formaban parte de los que
ganaron la guerra que no es lo mismo. Franco dio a los falangistas una
gran oportunidad.
Tal y como explico en el libro el mito de José
Antonio fue creado por los falangistas, por la corte literaria de José
Antonio, la guerra acabó con los ideólogos pero preservó a los
escritores. Ese mito tiene una parte desde mi punto de vista enormemente
positivo que es el valor de ejemplo, de arquetipo, de modelo que sigue
vigente y que continúa teniendo un enorme valor de atracción. Dos
generaciones de españoles conocieron los conceptos joseantonianos, que
han tenido un peso sociológico importante entre los españoles, gracias a
ese designio. Pero este es un tema que sólo muy sucintamente abordo en
el último capítulo del libro y que necesitaría un ensayo para explicarlo
con todas sus aristas.
El problema, le insisto, es confundir la
parte con el todo. Además existe una curiosa interpretación que es
cuanto menos sorprendente: Franco sería un traidor porque no hizo la
revolución falangista ergo los falangistas esperaban que la revolución
la hiciera Franco y no ellos por lo que quedarían exculpados por no
hacerla. Interesante deducción a tener en cuenta. Pero este es ya un
debate histórico que no debiera convertirse en debate político que es lo
que con notorio error a veces se hace.
-Ya que habla de
estas cosas me trae a la memoria esa afirmación de José Antonio,
reiterada hasta la saciedad, de que no eran de derechas ni de
izquierdas. Sin embargo, no pocas personas, falangistas o no, tienen a
ver la falange con una óptica de inclinación más de izquierda, sobre todo en lo social, o más de derechas si nos referimos a lo patriótico.
Pues
me temo que si es una forma de explicar el “misterio” del pensamiento
de José Antonio podríamos aceptar la fórmula. Si nos ceñimos a lo
conceptual tendría que decir que filosóficamente están equivocados. No
es que José Antonio, y por ende la Falange, sean más de derechas en una
cosa y más de izquierdas en otra, es que Primo de Rivera niega esas
categorías. El motor de su construcción ideológica es la superación de
las antinomias. Ni la justicia social es patrimonio de la izquierda ni
el patriotismo está vinculado a la derecha. En el pensamiento de José
Antonio forman parte de la integridad de la persona por lo que no pueden
desgajarse de la misma. José Antonio busca fórmulas nuevas, no hacer un
acopio de lo positivo y lo negativo de unos y otros para obtener un
punto intermedio de acuerdo. Decir que la Falange es de izquierdas es
tan tonto -dicho con todo respeto- como decir que es de derechas, es
falsear la realidad. Otra cosa es lo que se entienda a nivel de calle,
pero yo tengo la obligación de ser riguroso. Ahora bien, no se puede
hablar de revoluciones, de poner fin al liberalismo, de superar al
socialismo para después asumir conceptos como los de derecha e izquierda
que son propios de ese mundo conceptual. Creo que muchos recurren a
ellos para definirse o diferenciarse dentro del mundo azul, sin darse
cuenta del contrasentido que encierran, o simplemente porque buscan
legitimarse ante lo políticamente correcto creyendo que así serán
aceptados, obtener una especie de salvoconducto de normalidad, lo que en
el fondo es una actitud profundamente contrarrevolucionaria.
-En su libro, tangencialmente, aborda la relación entre Falange y lo católico…
No exactamente así. Yo abordo la posición de José Antonio con respecto al
hecho católico, no la de la Falange, que aunque pueda ser lo mismo no es
igual. Lo hago brevemente y vinculado a lo que es su universo personal
porque nos define bien al personaje. Es algo que he tratado más
extensamente en un artículo que se puede consultar en la página web del
libro elultimojoseantonio.com. José Antonio es un católico profundo y
construye su pensamiento desde el catolicismo… el hombre interviene en
política como “envoltura carnal de un alma dispuesta condenarse o
salvarse por toda la eternidad”. Cuando nos expone su filosofía de la
historia que es base de su pensamiento lo hace desde la perspectiva del
cristiano y cuando reflexiona sobre la base que alumbrará la solución
política, tras desechar el liberalismo, el marxismo y el fascismo nos
dice que será cristiana… El catolicismo es indisoluble de su
pensamiento. No cabe una Falange pagana.
-También revisa
el mito de las simpatías que José Antonio despertó entre socialistas y
anarquistas destacados y exculpa a los comunistas de la ejecución.
Vayamos
por partes. El discurso de José Antonio tuvo capacidad de atracción
entre gentes de izquierdas, podía ser grato a muchos anarquistas que
eran anarquistas sólo por la cuestión de la tierra pero que moralmente
estaban próximos a la España tradicional. José Antonio esto lo percibió.
Creyó que una simiente de su revolución podía arraigar en ese mundo
campesino. De hecho en el libro se puede ver la composición social del
grupo de falangistas –pretenciosa y erróneamente llamado comando- que
intentó liberarle románticamente en julio de 1936 y que acabaron
pagándolo con su vida, eran labradores, jornaleros…
Lo que yo
reviso es la posición de Indalecio Prieto, que dista mucho de la imagen
de simpatía que se ha exhibido como mito. Prieto no apreciaba a José
Antonio en 1936: lea usted sus discursos y lo que dice de él. Además fue
el que, por ejemplo, encontró la trampa legal para evitar que su
candidatura fuera aceptada en Cuenca. Y el hecho incontrovertible es que
se posiciono a favor de la ejecución. A eso se suma el intento de
manipulación de sus documentos y del sumario tal y como se demuestra
documentalmente en el libro.
Con respecto a los comunistas no es
que yo los exculpe. Es simplemente que en Alicante el poder residía en
la CNT-FAI, que los dos piquetes de ejecución eran anarquistas y que el
ministro anarquista García Oliver dirigió el proceso. Pero a la leyenda y
al mito convenía convertirlos a todos en comunistas.
-En
sus presentaciones y en alguna entrevista ha dicho que este libro está
en parte escrito para quienes hoy se han acercado a la figura de José
Antonio en la última década. ¿Por qué cree que nuevas generaciones
pueden aproximarse a su figura y a su pensamiento?
Por un
lado con este libro estimo que se cierran muchos debates sobre José
Antonio, su obra y su vida. De ahí que sea ese último José Antonio, pero
al mismo tiempo quiere, como me han señalado, ser el primer José
Antonio del futuro. Yo creo que el mito, el mito positivo, de esta
figura sigue siendo un elemento de atracción icónica fundamental que,
además sus seguidores, por un exceso de celo desmitificador, no han
sabido aprovechar en toda su extensión. Es una figura atrayente.
Ciertamente es un modelo de comportamiento, un arquetipo, pero es
también el hombre que nos hace propuestas, que nos ofrece un compendio
conceptual sobre la Patria, el Estado, la Libertad, el Hombre, la
Economía con una fuerte carga moral. Ideas capaces de llenar almas
inquietas. Curiosamente la llamada petrificación de las ideas de José
Antonio las han preservado prístinas y al mismo tiempo su vida y su
muerte nos dejan un joven incontaminado por las miserias que acompañan a
todas las guerras. Por ello no me gusta la moda que se está extendiendo
de tomar como modelo o referentes a personas que nada tienen que ver
con nuestra idiosincrasia reduciendo a José Antonio a un modelo
histórico lo que también es una manipulación. Espero que “El último José
Antonio” sirva para explicar al personaje y para invitar a profundizar
en él.
-Para terminar, después de todo lo escrito ¿cómo definiría a José Antonio en tan solo una línea?
Como el hombre que supo vivir acorde con su estrella invitándonos a seguir su ejemplo y hacer realidad su sueño.
Agradecemos a Francisco Torres por aceptar esta entrevista, responder sin tapujos sobre José Antonio y la Falange, mostrándonos su punto de vista de una manera clara y contundente.
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